domingo, 1 de diciembre de 2013

¿Por qué escribo?

¿Por qué escribo?  me pregunto ¿Será, tal vez porque no sé hacer otra cosa?
¿Por qué motivo fui yo la oveja negra en una familia de artistas?
Mi abuelo materno, según dicen, porque no tuve la oportunidad de conocerlo, tocaba el piano, el violín y cualquier instrumento que tuviese a mano. Mi madre y sus hermanas, mis tías, cantaban como los ángeles. Sin embargo yo no heredé esas capacidades, esas aptitudes. Yo aprobé Magisterio de milagro. Gracias a que en 2º hubo muchas huelgas y manifestaciones. Gracias a que solo nos examinaron de seis lecciones de historia de la música. Recuerdo al principio del curso cuando la profesora, sentada en un taburete frente al piano, nos probó la voz.
- ¡Pilar Escalona! -dijo. ¡Esta es malísima!
Yo me acoplé con otra compañera a quien dieron un veredicto similar a un grupo en el que permanecíamos calladas, gesticulando como si cantásemos, pero sin cantar para no desafinar.
Luego están los científicos, los sabios de ciencias que también dominan las letras. Los profesores de física, química o matemáticas, que en sus ratos de ocio disfrutan leyendo en latín La conjuración de Catilina, La guerra de Yugurta, La guerra de Las Galias o pasean como Pedro por su casa por un museo de arte, por un cine, o por una sala de conciertos. Yo conocí a dos personas de este tipo. Dos personas actuales, vivas, sabias como los sabios del Renacimiento, como los filósofos de la antigua Grecia. Gente que domina todas las artes y todos los saberes ¡Increíble!
Más allá están los informáticos. Impregnados de las nuevas tecnologías, ante las que yo me siento totalmente ignorante y analfabeta. Gente que es capaz de crear las cosas más increíbles. Gente que domina el movimiento, el espacio, el tiempo, la vida misma.Gente que constituye el futuro de la humanidad.
Yo me siento pequeña, como un gnomo, como un diminuto enano. Yo solo sé escribir. Sin embargo toda esta gente fabulosa y toda la otra gente sencilla, normal gusta de la lectura. Le entretiene, le distrae, le instruye, le hace olvidar por un momento su vida y su rutina; le invita a trasladarse a épocas y mundos remotos, penetra en su interior y extrae lo mejor de sí mismo. Y la valoran. La quieren. Les gusta la literatura. Por eso yo escribo.